La de hoy no es una entrada en la que se hablará acerca de la Psicopatología vista desde la Criminología.
La de hoy es la crónica de una desaparición, la de una mujer a principios de los años 90 en Asturias.
Este artículo es mi pequeña aportación para la revista mensual "El Mundo Sobrenatural", el cual fue publicado el 6 de febrero de 2016.
El objetivo de la participación de los voluntarios en esta revista, es transmitir el trabajo que se realiza desde la Asociación Laxshmi para la Lucha contra el Crimen y la Prevención.
Caso: La Desaparición de Sinda
"Aún se podía percibir el olor avinagrado de la sidra que
había sido escanciada el día anterior en aquel chigre. Eran las 10 de la mañana
y la sidrería ya estaba abierta para el segundo café de los trabajadores de la
zona. Nuestro contacto llegaba puntual, maletín en mano, para explicarnos por
qué había decidido contactar con nosotros.
El hombre nos contaba que su vida cambió un 1 de febrero de
1990, un mes frío que comenzaba con el desconocimiento del paradero de su
madre.
El humo que salía de su taza de café le ayudaba a relatar
una historia que para nada se hacía fácil, 26 años en el tiempo eran mucho. Volver
a revivir aquellos momentos lo era más.
A partir de ese momento, nuestras mentes estaban con él, nos
habíamos remontado en el tiempo a una cuenca que tenía los días contados de
abastecer con oro negro a su tierra. Tan cerca estábamos que incluso las vidas
de los protagonistas de este suceso estaban ligadas, de una u otra manera, a la
industria de la minería.
Al encuentro con el primogénito le siguieron varias citas
con demás familiares, necesitábamos conocer todo sobre la vida de Hermosinda,
todo sobre su matrimonio, su día a día, sus gustos, etc. Cada encuentro con
cada uno de ellos era adentrarse en aquella época, en su vida, reconstruyendo
cada detalle como casi formando parte de ella.
Hermosinda salió de su casa temprano como cada primero de
mes para que su marido le proporcionara la paga con la única finalidad de
realizar la compra. La última vez que se le vio fue en el centro de Mieres, en
la misma plaza de Abastos. Fue ahí donde su esposo le había dado las 38.000
pesetas destinadas para esa compra mensual. Su rastro se pierde en ese mismo
instante. Tan solo dos personas serían testigos de su última imagen, su marido
y un colega de la mina que se encontraba en la concurrida plaza del mercado.
Nadie más la volvería a ver.
Una denuncia tardía entorpecería y haría más arduo el
trabajo para encontrar a Hermosinda. No sería hasta seis días después cuando su
marido decidió interponer denuncia por la desaparición. Fue ante la idea de que
ella hubiera abandonado el hogar familiar, las relaciones entre ambos no
estaban pasando por los mejores momentos y eso, parece ser, le hizo pensar a su
cónyuge en que pudiera haber tomado aquella drástica y terminante decisión.
Ni una llamada telefónica, ningún movimiento bancario, su
documentación en el domicilio, su ropa intacta en el armario…todo ello hacía
presagiar una desaparición involuntaria y echar por tierra lo que su marido
inicialmente presentía.
Aquella era una época de transición, poco a poco se iba
notando el cambio, esas mujeres de sus casas ya salían más a menudo, les
gustaba divertirse, querían empezar a disfrutar de la vida también fuera de su
área de trabajo diario, en definitiva sus casas se estaban convirtiendo en lo
mismo que para sus maridos.
A medida de la investigación, vamos conociendo a Hermosinda.
Descubrimos que su nombre le hacía justicia, era una mujer coqueta, le gustaba
presumir. Independiente, solía ir al baile a una residencia de ancianos, le
encantaba bailar, de hecho era su afición más preciada, nadie le arrebataría
ese momento de evasión, ese momento que toda persona necesita para hacer más
llevadera su vida.
Mujer de carácter afable y familiar también denotaba una
personalidad fuerte, no se dejaba intimidar ni su emblema era dejarse
amedrentar por nada ni nadie. Siempre se mantenía entera ante las adversidades.
Su día a día comenzaba en los alrededores de su finca, mujer
trabajadora donde las hubiera, cuidaba de
los animales y del huerto que tenía en propiedad su familia. Aquel terreno de
regadío era su campo de provisión, como antes adelantábamos, era independiente
y para ello, parte de la cosecha estaba destinada a la venta. De vez en cuando
bajaba al mercado y allí despachaba sus productos, una pequeña ganancia que la
ayudaba a ser un poco más autosuficiente cada día.
Todo lo que por aquel entonces se hizo fue rastrear la zona,
desde su casa hasta las inmediaciones del Pozo Polio. Alguien había percibido
unos olores fuertes en una escombrera cercana a la mina y hasta allí se
desplazaron miembros de la Guardia Civil de Vegadotos. Por suerte, teniendo
como esperanza que Hermosinda siguiera viva, solo se trataba de los restos de
una cabra.
Y así se fueron sucediendo días, semanas, meses, hasta
cumplir dos décadas de incertidumbre.
Tras conocer a fondo la historia y transportarnos a la
auténtica época de la cuenca del Caudal, llegaba el momento de trasladar
aquellas memorias que sus familiares habían compartido con nosotros, a una
realidad más cercana.
El sol contrastaba con el elevado porcentaje
de humedad que se
respiraba en aquel valle. Eran las 10.30 de la mañana y los
perros que cuidaban la casa nos recibían a la entrada. Acto seguido era el hijo
pequeño de Hermosinda quien nos invitaba a acceder a la finca.
Comenzamos en el exterior del solar, observando cada
centímetro, fotografiando cada ángulo, cualquier particularidad era importante,
no se nos podía escapar absolutamente nada. Incluso tenía que quedar todo grabado
en nuestra retina. Había pasado un tiempo considerable y algunos de los cambios
que se habían hecho durante todo ese período había que tenerlos en cuenta.
Una vez terminada la tarea en el exterior nos dirigimos a la
vivienda. Ahí sí que estaban los verdaderos cambios que habían ofrecido tantos
años en el tiempo, pero aun así, conseguimos traspasar modificaciones y observarla
con todos los detalles que la familia nos había transmitido. Era una parte más
del estudio de Hermosinda, aquellas paredes nos podían decir mucho más sobre
ella.
Decidimos comenzar por lo más cercano a su historia personal
y alejarnos en el espacio a lugares a los que se aludían en el expediente.
Entre ellos el bar más frecuentado por Hermosinda, a unos kilómetros de su
casa, y que pese a estar en el mismo valle, las caminatas se hacían largas hasta
llegar a aquel pequeño y apartado lugar.
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| Pozo Polio |
Una vez descendimos de aquel pequeño lugar, recorrimos palmo a palmo
el Pozo Polio, una mina abandonada que en el año 1990, como tantas otras en
Asturias, perdían su actividad a pasos agigantados. Aún quedaban restos del
sufrido trabajo que habían soportado los mineros durante algo más de 30 años.
El lugar podría ser un perfecto escondite y un medio de ocultación al alcance
de cualquier paisano de la zona. Había que descartar cualquier lugar cercano y
atractivo a la más inhumana ilegitimidad.
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| Escudo Guardia Civil |
A escasos 5 minutos de la mina, llegamos a aquel sitio donde se habían instruido las primeras diligencias. Fue un escudo ya desgastado por el tiempo y escondido entre el matorral el que nos indicó que antes ahí, donde ahora sólo se encontraba una superficie cubierta de distintos tipos de arbustos, árboles y musgo, era el cuartel de la Guardia Civil que servía a su pueblo y alrededores.
No tuvimos que alejarnos mucho más, a poco menos de un
kilómetro estaba Rioturbio. Una barriada perteneciente al concejo de Mieres y a
la que Hermosinda visitaba de vez en cuando, y que por tanto, también estaba en
nuestra lista de trabajo de campo. Entramos en lo que a primeras parecía un bar
y salimos de allí conociendo que lo que ahora se trataba de un centro social
destinado a la reunión de vecinos del barrio, antes era el economato, aquel al
que ella solía ir a comprar de manera puntual.
Ya en Mieres ubicamos todos los sitios que frecuentaba
cuando bajaba a la villa. Alguno de ellos se hizo de rogar, y es que finalmente
descubrimos que todos los puntos a asentar estaban en la misma calle, una calle
céntrica, la misma que había sido testigo aquella fría mañana de febrero.
Como casi cronometrado, el tiempo se había agotado. Las
farolas ahí afuera ya llevaban encendidas varios minutos antes de que el
trabajo concluyera. Puertas cerradas en el Renault Scenic y todas las cartas
sobre la mesa. Aún quedaban cabos sueltos, pero aquel día emprendíamos el viaje
hacia la historia de una desaparición 26 años atrás. La reconstrucción de aquel
suceso acababa de comenzar."
6 de febrero de 2016
"El Mundo Sobrenatural", la Revista
Lorena Medina





