lunes, 8 de febrero de 2016

CRÓNICA DE UNA DESAPARICIÓN

La de hoy no es una entrada en la que se hablará  acerca de la Psicopatología vista desde la Criminología.

La de hoy es la crónica de una desaparición, la de una mujer a principios de los años 90 en Asturias.

Este artículo es mi pequeña aportación para la revista mensual "El Mundo Sobrenatural",  el cual fue publicado el 6 de febrero de 2016.

El objetivo de la participación de los voluntarios en esta revista, es transmitir el trabajo que se realiza desde la Asociación Laxshmi para la Lucha contra el Crimen y la Prevención.















Caso: La Desaparición de Sinda

"Aún se podía percibir el olor avinagrado de la sidra que había sido escanciada el día anterior en aquel chigre. Eran las 10 de la mañana y la sidrería ya estaba abierta para el segundo café de los trabajadores de la zona. Nuestro contacto llegaba puntual, maletín en mano, para explicarnos por qué había decidido contactar con nosotros.

El hombre nos contaba que su vida cambió un 1 de febrero de 1990, un mes frío que comenzaba con el desconocimiento del paradero de su madre.

El humo que salía de su taza de café le ayudaba a relatar una historia que para nada se hacía fácil, 26 años en el tiempo eran mucho. Volver a revivir aquellos momentos lo era más.

A partir de ese momento, nuestras mentes estaban con él, nos habíamos remontado en el tiempo a una cuenca que tenía los días contados de abastecer con oro negro a su tierra. Tan cerca estábamos que incluso las vidas de los protagonistas de este suceso estaban ligadas, de una u otra manera, a la industria de la minería.

Al encuentro con el primogénito le siguieron varias citas con demás familiares, necesitábamos conocer todo sobre la vida de Hermosinda, todo sobre su matrimonio, su día a día, sus gustos, etc. Cada encuentro con cada uno de ellos era adentrarse en aquella época, en su vida, reconstruyendo cada detalle como casi formando parte de ella.

Hermosinda salió de su casa temprano como cada primero de mes para que su marido le proporcionara la paga con la única finalidad de realizar la compra. La última vez que se le vio fue en el centro de Mieres, en la misma plaza de Abastos. Fue ahí donde su esposo le había dado las 38.000 pesetas destinadas para esa compra mensual. Su rastro se pierde en ese mismo instante. Tan solo dos personas serían testigos de su última imagen, su marido y un colega de la mina que se encontraba en la concurrida plaza del mercado. Nadie más la volvería a ver.

Una denuncia tardía entorpecería y haría más arduo el trabajo para encontrar a Hermosinda. No sería hasta seis días después cuando su marido decidió interponer denuncia por la desaparición. Fue ante la idea de que ella hubiera abandonado el hogar familiar, las relaciones entre ambos no estaban pasando por los mejores momentos y eso, parece ser, le hizo pensar a su cónyuge en que pudiera haber tomado aquella drástica y terminante decisión.

Ni una llamada telefónica, ningún movimiento bancario, su documentación en el domicilio, su ropa intacta en el armario…todo ello hacía presagiar una desaparición involuntaria y echar por tierra lo que su marido inicialmente presentía.

Aquella era una época de transición, poco a poco se iba notando el cambio, esas mujeres de sus casas ya salían más a menudo, les gustaba divertirse, querían empezar a disfrutar de la vida también fuera de su área de trabajo diario, en definitiva sus casas se estaban convirtiendo en lo mismo que para sus maridos.

A medida de la investigación, vamos conociendo a Hermosinda. Descubrimos que su nombre le hacía justicia, era una mujer coqueta, le gustaba presumir. Independiente, solía ir al baile a una residencia de ancianos, le encantaba bailar, de hecho era su afición más preciada, nadie le arrebataría ese momento de evasión, ese momento que toda persona necesita para hacer más llevadera su vida.

Mujer de carácter afable y familiar también denotaba una personalidad fuerte, no se dejaba intimidar ni su emblema era dejarse amedrentar por nada ni nadie. Siempre se mantenía entera ante las adversidades.

Su día a día comenzaba en los alrededores de su finca, mujer trabajadora donde las hubiera, cuidaba  de los animales y del huerto que tenía en propiedad su familia. Aquel terreno de regadío era su campo de provisión, como antes adelantábamos, era independiente y para ello, parte de la cosecha estaba destinada a la venta. De vez en cuando bajaba al mercado y allí despachaba sus productos, una pequeña ganancia que la ayudaba a ser un poco más autosuficiente cada día.

Todo lo que por aquel entonces se hizo fue rastrear la zona, desde su casa hasta las inmediaciones del Pozo Polio. Alguien había percibido unos olores fuertes en una escombrera cercana a la mina y hasta allí se desplazaron miembros de la Guardia Civil de Vegadotos. Por suerte, teniendo como esperanza que Hermosinda siguiera viva, solo se trataba de los restos de una cabra.

Y así se fueron sucediendo días, semanas, meses, hasta cumplir dos décadas de incertidumbre.

Tras conocer a fondo la historia y transportarnos a la auténtica época de la cuenca del Caudal, llegaba el momento de trasladar aquellas memorias que sus familiares habían compartido con nosotros, a una realidad más cercana.

A pesar de estar rozando el mes de noviembre, en plena víspera de Todos los Santos, el tiempo acompañaba. 
El sol contrastaba con el elevado porcentaje de humedad que se
respiraba en aquel valle. Eran las 10.30 de la mañana y los perros que cuidaban la casa nos recibían a la entrada. Acto seguido era el hijo pequeño de Hermosinda quien nos invitaba a acceder a la finca.

Comenzamos en el exterior del solar, observando cada centímetro, fotografiando cada ángulo, cualquier particularidad era importante, no se nos podía escapar absolutamente nada. Incluso tenía que quedar todo grabado en nuestra retina. Había pasado un tiempo considerable y algunos de los cambios que se habían hecho durante todo ese período había que tenerlos en cuenta.

Nos posicionamos en todos los rincones, no quedó ningún recoveco de la finca en el que no nos hubiéramos ubicado. Fotografías que mostraran todo lo que desde cada esquina se pudiera apreciar.

Una vez terminada la tarea en el exterior nos dirigimos a la vivienda. Ahí sí que estaban los verdaderos cambios que habían ofrecido tantos años en el tiempo, pero aun así, conseguimos traspasar modificaciones y observarla con todos los detalles que la familia nos había transmitido. Era una parte más del estudio de Hermosinda, aquellas paredes nos podían decir mucho más sobre ella.

Decidimos comenzar por lo más cercano a su historia personal y alejarnos en el espacio a lugares a los que se aludían en el expediente. Entre ellos el bar más frecuentado por Hermosinda, a unos kilómetros de su casa, y que pese a estar en el mismo valle, las caminatas se hacían largas hasta llegar a aquel pequeño y apartado lugar.

Pozo Polio
Una vez descendimos de aquel pequeño lugar, recorrimos palmo a palmo el Pozo Polio, una mina abandonada que en el año 1990, como tantas otras en Asturias, perdían su actividad a pasos agigantados. Aún quedaban restos del sufrido trabajo que habían soportado los mineros durante algo más de 30 años. El lugar podría ser un perfecto escondite y un medio de ocultación al alcance de cualquier paisano de la zona. Había que descartar cualquier lugar cercano y atractivo a la más inhumana ilegitimidad.

Escudo Guardia Civil

A escasos 5 minutos de la mina, llegamos a aquel sitio donde se habían instruido las primeras diligencias. Fue un escudo ya desgastado por el tiempo y escondido entre el matorral el que nos indicó que antes ahí, donde ahora sólo se encontraba una superficie cubierta de distintos tipos de arbustos, árboles y musgo, era el cuartel de la Guardia Civil que servía a su pueblo y alrededores.

No tuvimos que alejarnos mucho más, a poco menos de un kilómetro estaba Rioturbio. Una barriada perteneciente al concejo de Mieres y a la que Hermosinda visitaba de vez en cuando, y que por tanto, también estaba en nuestra lista de trabajo de campo. Entramos en lo que a primeras parecía un bar y salimos de allí conociendo que lo que ahora se trataba de un centro social destinado a la reunión de vecinos del barrio, antes era el economato, aquel al que ella solía ir a comprar de manera puntual.

Ya en Mieres ubicamos todos los sitios que frecuentaba cuando bajaba a la villa. Alguno de ellos se hizo de rogar, y es que finalmente descubrimos que todos los puntos a asentar estaban en la misma calle, una calle céntrica, la misma que había sido testigo aquella fría mañana de febrero.

Apurando los últimos minutos de luz, decidimos retroceder en nuestro itinerario fijado para aquella jornada, según había transcurrido el día, y según íbamos conociendo in situ todo lo que habíamos estudiado meses atrás, las ideas emergían en cada uno de nosotros. Tal fue así que volvimos casi al principio, a aquella curva, a aquel montón de escombros que lo fue hace unos años y que ahora tomaba forma de área recreativa. Allí fuimos y buscamos un camino o algo que nos mostrara alguna evidencia para poder continuar adelante con una de las hipótesis ya anteriormente planteadas. Y encontramos. Había una senda ya cortada por el desuso de los caminantes, la cual había ocupado el sitio de los raíles que todavía en los años 90 se utilizaban para transportar mercancía procedente del Pozo Polio.


Como casi cronometrado, el tiempo se había agotado. Las farolas ahí afuera ya llevaban encendidas varios minutos antes de que el trabajo concluyera. Puertas cerradas en el Renault Scenic y todas las cartas sobre la mesa. Aún quedaban cabos sueltos, pero aquel día emprendíamos el viaje hacia la historia de una desaparición 26 años atrás. La reconstrucción de aquel suceso acababa de comenzar."


6 de febrero de 2016
"El Mundo Sobrenatural", la Revista
Lorena Medina


 *Imágenes pertenecientes a la investigación del caso.