viernes, 12 de mayo de 2017

CASO IMRÁN: DESDE QUE EL ENAMORAMIENTO ES UNA ENFERMEDAD

Aunque no tan mediático como otros casos conocidos a nivel nacional, durante las últimas dos semanas de febrero, tuvo lugar el juicio por la muerte del pequeño Imrán.


LNE: Lugar donde apareció el cuerpo
Imrán era un bebé de 20 meses que fue encontrado en el interior de una maleta de viaje, casualmente hallada por funcionarios del ayuntamiento cuyas labores aquella mañana de octubre de 2014, consistían en desbrozar la maleza próxima a las vías del tren del conocido barrio de La Argañosa en Oviedo.

Dos eran los investigados que se sentaban en el banquillo: Fadila Chardou, progenitora del pequeño y David Fuentes, pareja por aquel entonces de Fadila.

Durante todo el proceso que se alargó a 9 días, fueron pasando diferentes testigos de toda esta escalofriante historia, así como finalmente tuvieron lugar las periciales realizadas por los expertos.

Sin entrar mucho en lo lacerante del caso, fueron los informes psicológicos y psiquiátricos los que arrojaban la verdadera naturaleza de este crimen cometido en tierra asturiana.

Apenas había prueba tan contundente que los vincularan con los hechos, como el maltrato habitual al que el niño había sido sometido durante al menos, su último mes de vida. Una prueba que, como responsables legales del bebé, era más que suficiente. A tal lógica evidencia, había que conocer cuál había sido la motivación, en definitiva qué se escondía tras aquellos dos jóvenes que debían haber cuidado del pequeño Imrán.

Los informes psicológicos de ambos exponían con certeza, claros signos de trastornos de la personalidad en los investigados.

Tras el estudio realizado a David, los peritos llegaron a un diagnóstico de trastorno límite de la personalidad acompañado de una dependencia al alcohol y la cocaína, acentuada ésta por un abuso puntual de otro tipo de drogas, lo que podríamos calificarlo de politoxicómano.

En cambio, Fadila sorprendía a los expertos que habían confeccionado su informe psiquiátrico. Les había desconcertado tanta frialdad, tan poca expresión de desconsuelo en una joven madre que acababa de perder a su hijo de la manera más atroz. Lo habían atribuido en un principio a que, dentro de una escala de normalidad, las personas actuamos de distinta manera ante la muerte de un ser querido, pero un hecho totalmente puntual les hizo cambiar de idea y junto a mas pruebas posteriores, no había dudas de sus inconfundibles rasgos psicopáticos.

Para poder entender los hechos, que no justificarlos, habría que ahondar aún más en la biografía de ambos sujetos pero que, sin ir mucho más atrás en el tiempo, y sin alejarnos de la realidad plasmada en el mismo proceso oral, se podría  perfilar los hechos criminales en base a un estudio conductual de los ahora ya condenados.

Las partes tanto de David como de Fadila si bien hacían una llamada al jurado popular en cuanto a que David era un “pelele” enamorado de su chica y que por lo tanto haría todo cuanto fuera por ella, y sobre Fadila pintaba una especie de víctima del maltrato que poco tenía de cierto como para convencer a un jurado que tenía en sus manos una compleja misión: hacer justicia la muerte del pequeño Imrán.

Según se sucedían los días de la vista oral, atrás quedaba aquel margen de error que me dije a mí misma que haría en cuanto a la existencia de un  posible maltrato habitual en la joven Fadila. Atrás iba quedando cualquier vestigio de un maltrato entendido como violencia de género, atrás quedaban los intentos de la defensa por demostrar que más que su inocencia, lo que se estaba probando en aquel proceso, era el rol de víctima de su clienta.

A nivel criminológico nada disiente del veredicto del día 2 de marzo, nada se aleja de la conclusión final pero que como siempre abogamos los criminólogos, el vacío en el proceso judicial es evidente y bien hubiera podido ir acompañado de un buen informe conductual sobre los investigados para una mejor reconstrucción de los hechos.

Con la información obtenida tan solo como audiencia pública, se pudo realizar una pseudoperfilación conductual (y digo pseudo porque bien hubiera sido más completa y certera con todo el expediente en mano para un posterior estudio criminológico)

Al margen de la sentencia y condena ya efectuadas, perfilaremos una hipótesis en base a la información obtenida durante la vista oral que se celebró a lo largo de 9 días.


El Comercio: Fadila y David en la primera sesión del proceso oral.


El trastorno límite de la personalidad de David era conocido desde hace algo más de 10 años, un trastorno que debía tratar para controlar su frustración e impulsividad y consiguiente agresividad, un cóctel molotov junto a su gran dependencia al alcohol y las drogas a lo que hay que sumarle antecedentes de maltrato a otras parejas previas a Fadila.

En todo momento quedó clara la relación tóxica que mantenían los investigados, una relación de poco menos de un año que se iba agravando según la frustración de David brotaba cada vez que éste pretendía amedrentar a una Fadila no tan sumisa como describía su letrada.
Poco dominio podía ejercer sobre ella, al menos no tanto como el que deseaba. Una Fadila desafiante que le retaba en cada discusión, una mujer con carácter que posiblemente no siempre se dejaba intimidar.

Cada intento fallido por someter a Fadila disminuía por cien su baja tolerancia a la frustración y aumentaba por consiguiente el maltrato colateral que sufría el pequeño. Así llegaba el día en que una vez más la madre de Imrán lo había enfrentado, una insumisión que le venía grande acostumbrado siempre a salirse con la suya. Así le llegó la muerte al pequeño Imrán.
Una muerte anunciada durante meses que su madre nunca evitó. Instinto de supervivencia egoísta.
De poco sirvieron los intentos de David por reanimar al pequeño una vez fue consciente del grado de su agresividad, aquella vez se había excedido, pero había que sobrevivir, tenía que ocultar el cuerpo.

Mucho dio que hablar la forma en cómo se encontraba el cuerpo del menor en el interior de la maleta. Envuelto con total meticulosidad con la chilaba que solía vestir y recién lavado, sin ningún rastro de sangre ni fluido que dejara evidencia de la última agresión. Un trato más bien propio del último acto de “cuidado” y “respeto” que bien revelaba un lazo emocional entre la víctima y quien realiza el episodio de amortajamiento. Fadila encubría así el final de su hijo, le había vuelto a fallar.

33 años y 5 meses para cada uno de ellos. A Imrán parece que se le ha hecho justicia pero nadie le devolverá la vida.