Seguramente durante los últimos 46 días que llevamos de confinamiento a causa del problema sanitario que afecta a nivel global, no hayamos echado en falta el bombardeo de noticias relacionadas con delitos de cualquier índole (asesinatos, desapariciones, violencia de género…), o tal vez sí habremos caído en la cuenta de que toda esta crisis del covid-19, ha devaluado casi al 100% los delitos a los que, con resignación nos habíamos acostumbrado a escuchar y leer en nuestros medios de comunicación habituales.
Para que un acto delictivo tenga éxito, deben concurrir, básicamente dos factores: que el delincuente tenga la motivación suficiente para llevar a cabo la acción criminal, y la víctima posea características beneficiosas y facilitadoras para la misma.
Debido a la limitación de nuestras salidas al exterior, y que el control social formal (Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del estado, etc) ha intensificado sus labores y aumentado en número de operarios, estamos menos expuestos tal que nuestra rutina se ha visto afectada y a su vez, la relación víctima - delincuente se ha desquebrajado casi en su totalidad en lo que a delitos por desplazamiento se refiere. (Una excepción clara la tenemos con el presunto asesino serial del Eixample en Barcelona, apodado ya como el “Asesino de la cuarentena” y detenido esta madrugada tras cuatro supuestos homicidios, todos cometidos durante la fase de confinamiento. Las víctimas eran personas sin hogar que, mantenían su condición de vulnerabilidad.)
Y es que…el crimen no descansa. Al igual que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos, las crisis han dado cancha a los delincuentes, y la actual no iba a ser menos.
Adoptan nuevos patrones de delincuencia, basándose en la ya existente y podemos nombrar varios tipos que durante el confinamiento han incrementado su incidencia:
Ciberdelincuencia: El teletrabajo está siendo un sustento importante para muchos negocios y empresas privadas y de la administración pública, y es que el trabajo desde los hogares ha sido una opción “salvadora” que engloba una serie de pros, pero que capta el interés de delincuentes en la red. Su objetivo: el acceso a información y datos de las empresas.
También son víctimas de este tipo de delitos, aquellas personas que en un afán por sobrevivir al coronavirus, aceptan de buena fe descargar apps donde se hacen recomendaciones sobre el virus, mensajes con enlaces fraudulentos para realizar compras online de productos que están siendo comercializados mediante un marketing totalmente atractivo pero que, nada más lejos de la realidad suponen una gran mentira con un final en forma de ciberestafa que culmina en la obtención de datos personales del propietario a través de la tarjeta usada para la compra online.
Delincuencia organizada: Es bien conocida por la mayoría de la sociedad, pero durante el estado de alarma ha brotado como flor en primavera. Los robos en domicilios mediante simulación de identidad, es otra forma que se está llevando a cabo de manera más llamativa en personas de avanzada edad. Suelen presentarse en los domicilios manifestando ser de diferentes entidades (Administración, sanitarios, repartidores, etc), y a los que no se deben dejar entrar a nuestras casas si no ha sido previa solicitud por uno mismo o algún otro residente del hogar.
Violencia intrafamiliar: Cuántas veces nos hemos acordado durante estos interminables días de las víctimas de agresiones dentro del hogar, y es que no hay que ser un experto en la materia para saber que el confinamiento y una convivencia hermética y obligatoria con un agresor, complica y gradúa de manera exponencial la violencia doméstica. La “mascarilla-19” ha calado hondo en nuestras cabezas con el único fin de ayudar a las mujeres que necesiten y quieran pedir ayuda, pero las estadísticas indican que durante el estado de alarma han disminuido las denuncias por violencia de género. Se ha multiplicado por mil su vulnerabilidad y la voz de auxilio pende de un hilo tan corto que no tienen medios ni fuerzas para contactar con servicios de atención a víctimas. Sabemos que de manera colateral, los menores que conviven en el mismo techo, sufren también la violencia. No siempre coincide que son “daños colaterales” si no que de manera paralela existen agresiones y abusos a menores sin estar relacionados necesariamente a la violencia de género.
Los menores son las víctimas más frágiles y desprotegidas, y es que es responsabilidad de los adultos velar por su seguridad. En el momento en que cualquiera de las personas encargadas de su tutela rompa con esa obligación, rasgan interiormente al niño/a, marcando psicológicamente su futuro, su vida. Según la Fundación ANAR, tras 10 días en confinamiento y en tan sólo una semana, se detectaron 173 casos graves, siendo la forma de violencia por orden de incidencia: violencia física, maltrato psicológico, abuso sexual, abandono y cuidados negligentes, todos dentro del ámbito familiar. A nivel extra familiar, aumentan también los casos de ciberbullying.
Efectos post confinamiento: Podemos usar como base la tensión que genera la convivencia en estado de alarma.
Todos en condiciones normales pasamos por diferentes estados emocionales, que de manera inteligente gestionamos mejor o peor, pero es en el caso de los agresores donde esto falla, se tambalea y el espacio es prácticamente proporcional al desarrollo de una bomba de frustración que acaba por manifestarse en agresividad descontrolada hacia otras personas, generalmente las más cercanas.
En una de las conferencias que dimos bajo el Proyecto Prometeo para la Revisión de Crímenes y Desapariciones sin resolver, llamábamos a este fenómeno, “el león enjaulado” que consiste en que toda esa frustración, tensión y estrés acumulado, podría estallar una vez el agresor tome la “normalidad” en su vida al exterior, y por ende cometer delitos con una intensidad mayor que a la anterior al estado de alarma.
