martes, 19 de abril de 2016

ALMANSA: TESTIGO DE POSESIÓN

Hace apenas 3 meses, en uno de los viajes que realizamos para formar a alumnos en prevención de Terrorismo Yihadista, un gran amigo y compañero nos planteó una pregunta simple de formular pero compleja de responder. Nos proponía la idea de que realmente existiera el mal en las personas. Como profesionales de la Criminología, nos vimos en la tesitura de ofrecerle miles de argumentos a su cuestión, y así fue. Fue de tal forma que, desde entonces me sigo haciendo esa misma pregunta, que incluso siendo expertos en el estudio de la mente criminal a veces cuesta entender la conducta perversa como lo es el caso de la entrada de hoy.

Esta vez viajamos al Levante interior 26 años atrás, a un municipio conocido sobre todo por la industria del calzado, ocupación de gran parte del vecindario almanseño. Pese a ser conocida por su buena producción de zapatos, Almansa, era bien afamada por una gran creencia esotérica entre sus habitantes.

Comenzaba a agotarse el calor del casi finalizado verano. Era un 16 de septiembre atareado para una mujer que se dedicaba a la sanación de sus vecinos, de aquellos que creían fervientemente en el poder de imposición de manos de Rosa Gonzálvez Fito, conocida en el pueblo como “la sanadora espiritista” entre otros muchos sobrenombres que la hacían notoria en el municipio. Entre su atareada agenda de enfermos dispuestos a pagar grandes cantidades, aquel día Rosa Gonzálvez fue requerida por su amiga Mª de los Ángeles Rodríguez. Ésta decía encontrarse mal y necesitaba que se lo extrajera mediante una sesión de exorcismo. Mª de los Ángeles y su hermana Mercedes tenían una relación muy estrecha con la sanadora. Ambas creían en ella y en su poder de sanación, por lo que no dudarían en hacer lo que Rosa les ordenara.

Sus conversaciones se limitaban única y exclusivamente a compartir sus afecciones espirituales y a llegar a una conclusión para tratar sus dolencias.

Aquel 16 de septiembre comenzaba un trayecto repleto de delirios y éxtasis.



EL ORIGEN DEL SORTILEGIO

 "El Rastro del Crimen"
La evocación a los espíritus en la calle Valencia se iba sucediendo desde la tarde del 17 de septiembre, momento en el que “la hermana de la luz” se aferraba a la idea de vida del demonio en el cuerpo de su amiga Mª Ángeles.

Ya en un momento de trance absoluto, Rosa se dirigía a su amiga y le decía que no era Rosa si no un extraterrestre, y le invitaba a entrar a la habitación del matrimonio. Comenzaba un trance de cánticos, gritos y bailes desnudos todos ellos sin sentido alguno.


Ya llevaban horas de excentricidades en aquella vivienda cuando Mercedes llamó a la casa. Se encontró a su hermana y a la sanadora en unas circunstancias totalmente insólitas, pero aquella insana situación no fue obstáculo alguno para negarse a la invitación de ambas mujeres a que entrara al domicilio y unirse a su locura.

"El Rastro del Crimen"
Jesús, el marido de Rosa llega a casa y, pese a ser el secretario de su mujer y estar al tanto de todas las sesiones y de su forma de trabajar, cuando entra en la habitación y se encuentra aquel dantesco escenario, no da crédito a lo que acababa de presenciar. Una serie de actos nauseabundos, como provocarse vómitos y heridas, entraba dentro de sus delirios violentos con base en la religión proyectada en estampas religiosas. Cuando las mujeres se percatan de la presencia del hombre, no dudan en abalanzarse sobre él y agredirle con el fin de pedirle que trajera a la niña, a la pequeña Rosa que se encontraba durmiendo en su habitación ajena a todo. Jesús no tiene el valor suficiente como para negarse a tal solicitud, y les lleva a la niña.

Lo que incrédulo, pese a ser testigo de tal macabro suceso, Jesús no pensaba, era que a su hija le quedaba poco tiempo de vida. Comienzan a realizar reales groserías hacia la niña creyendo que ésta poseía un hijo del diablo en su vientre, motivo por el cual las mujeres comienzan un ritual aterrador e infernal para la menor. Es su propia madre la que le extrae desde la vagina, gran parte de sus órganos internos en un acto en el que su progenitora concebía como necesario para salvar a su hija del maligno.

De poco le sirvió al cabeza de familia ir en busca de ayuda. Cuando él y su cuñada, la misma hermana de la espiritista, llegaron a la casa, se encontraron en el mismísimo infierno. Infierno que a punto también estuvo de costarles la vida ya que, al verles entrar por la puerta, se abalanzaron para agredirles.



UNA ASESINA PUNTUAL PERO NADA CONVENCIONAL

Como excepción que confirma la regla, Rosa Gonzálvez Fito rompe con la estructura del método, motivación y modus operandi descrito en las mujeres asesinas. Rosa entregaba su vida a lo que únicamente sabía hacer, sanar a sus convecinos de los males que les rodeaban. Aun en los años 90, la convicción espiritista se asentaba fervientemente en algunos municipios de nuestro país. Dentro de la normalidad, Rosa necesitaba crecer profesionalmente, el poder que se había ganado en la localidad gracias a sus seguidores era más que notable y eso la hacía muy conocida no solo en Almansa, si no en los pueblos y municipios colindantes, pero el afán de superación en su carrera santera le llevaría incluso a destruir a su propia familia si hiciera falta. Ese sería el precio a pagar para ser conocida en toda España. Su motivación, la popularidad.

En lo que al método se refiere, se antoja asimétrico al resto de féminas criminales. Rosa utiliza un procedimiento directo, lo más directo posible como que el arma homicida fueron sus propias manos.

Su modus operandi fue también directo, todo el acto criminal se realiza en su propia casa, y su víctima la más vulnerable de atacar. Encontrándose incluso bajo los efectos de un trastorno de posesión, su elección fue totalmente lógica frente a las capacidades de las que disponían.

Este caso quebranta por completo el principio de distanciamiento geográfico invertido en asesinas (Medina©2016), en el cual se diferencia el modo de ataque y el método de los hombres para con las mujeres, existiendo un distanciamiento mayor en el caso de las últimas y que en el caso de Rosa Gonzálvez Fito difiere sobradamente por ser de lo más cercana en lo que a método, lugar y relación con la víctima se refiere.



LAS DOS REALIDADES DE LA SANADORA

Era tan arraigado su esoterismo, que vivía sus sesiones de liberación del mal como algo totalmente real. Interiorizaba la llamada a la sanación a cualquier precio y para ello las sesiones se alargaban hasta conseguir llegar al climax que le proporcionaba la inverosímil función.

Por tal interiorización, nos encontramos frente a un trastorno disociativo de posesión. Un trastorno, el disociativo, que se caracteriza por una “alteración en los pensamientos, sentimientos o actos de una persona de forma que durante un periodo de tiempo ciertas informaciones no se asocian o integran con otras, como sucedería en condiciones normales”. Putnam, 1993; cit. West, 1967.

En el caso que nos ocupa, y refiriéndonos al trastorno disociativo como el de posesión, la identidad de Rosa se ve suplantada por varios seres sobrenaturales, siendo uno de ellos el que le exige como necesario para extraer al diablo del cuerpo de su hija, acabar con la vida de ésta. Durante la larga sesión de casi 2 días, de movimientos, posturas y diversas manifestaciones expresivas y extravagantes, según testimonios, Rosa confesaba ser al menos dos seres, un extraterrestre y Jesucristo, culminando en la identidad de este último sus actos de exorcismo necesario según su religioso convencimiento. Tras el culmen, las mujeres viven un momento de amnesia, asegurando no recordar nada del trágico acontecimiento.

Podría tratarse de una estrategia, pero lo realmente cierto es que, dentro de la psicopatología, la inducción a estados de trance o posesión, bien se podría haber producido a través de la privación del sueño durante los dos largos días de enajenación vividos por las mujeres, sumado a su obstinado y erróneo asentimiento religioso. Un ritual inicialmente inocente convertido en una explosión de dispares propósitos.

Existe una serie de criterios diagnósticos que ratifican el trastorno de posesión en Rosa, cinco pautas que se presentan en su totalidad y que se argumentan a continuación:

1-   Rosa realiza comportamientos relacionados con el mundo fanático-religioso, evocando espíritus, realizando posturas y movimientos como de encontrarse bajo posesión del ente o ser que representa en el momento del trance.

2-   Tras la funesta sesión, Rosa asevera no recordar absolutamente nada de lo ocurrido.
Entrevista real a Rosa G.F.


3-   Pese a dedicarse al mundo de la sanación, la espeluznante velada del 18 de septiembre de 1990 distaba mucho de las prácticas habituales de la sanadora.

4-   Posterior a los hechos, Rosa, Mª Ángeles y Mercedes fueron declaradas inimputables por enajenación mental, por lo que fueron internadas en un centro psiquiátrico. Por tanto, su deterioro social y laboral, así como otras áreas de su vida se han visto menoscabadas significativamente.

5-   En ninguna de las mujeres era conocida enfermedad previa, ni se evidenció presencia de sustancia tóxica alguna que hubiera podido influir en el horrendo comportamiento descrito en ellas.










*No olviden que todas las afirmaciones se sustentan bajo la información mediática, excepto en aquellos casos en los que estuviera directamente vinculada en el mismo y del cual la información sería más detallada y de primera mano.

lunes, 8 de febrero de 2016

CRÓNICA DE UNA DESAPARICIÓN

La de hoy no es una entrada en la que se hablará  acerca de la Psicopatología vista desde la Criminología.

La de hoy es la crónica de una desaparición, la de una mujer a principios de los años 90 en Asturias.

Este artículo es mi pequeña aportación para la revista mensual "El Mundo Sobrenatural",  el cual fue publicado el 6 de febrero de 2016.

El objetivo de la participación de los voluntarios en esta revista, es transmitir el trabajo que se realiza desde la Asociación Laxshmi para la Lucha contra el Crimen y la Prevención.















Caso: La Desaparición de Sinda

"Aún se podía percibir el olor avinagrado de la sidra que había sido escanciada el día anterior en aquel chigre. Eran las 10 de la mañana y la sidrería ya estaba abierta para el segundo café de los trabajadores de la zona. Nuestro contacto llegaba puntual, maletín en mano, para explicarnos por qué había decidido contactar con nosotros.

El hombre nos contaba que su vida cambió un 1 de febrero de 1990, un mes frío que comenzaba con el desconocimiento del paradero de su madre.

El humo que salía de su taza de café le ayudaba a relatar una historia que para nada se hacía fácil, 26 años en el tiempo eran mucho. Volver a revivir aquellos momentos lo era más.

A partir de ese momento, nuestras mentes estaban con él, nos habíamos remontado en el tiempo a una cuenca que tenía los días contados de abastecer con oro negro a su tierra. Tan cerca estábamos que incluso las vidas de los protagonistas de este suceso estaban ligadas, de una u otra manera, a la industria de la minería.

Al encuentro con el primogénito le siguieron varias citas con demás familiares, necesitábamos conocer todo sobre la vida de Hermosinda, todo sobre su matrimonio, su día a día, sus gustos, etc. Cada encuentro con cada uno de ellos era adentrarse en aquella época, en su vida, reconstruyendo cada detalle como casi formando parte de ella.

Hermosinda salió de su casa temprano como cada primero de mes para que su marido le proporcionara la paga con la única finalidad de realizar la compra. La última vez que se le vio fue en el centro de Mieres, en la misma plaza de Abastos. Fue ahí donde su esposo le había dado las 38.000 pesetas destinadas para esa compra mensual. Su rastro se pierde en ese mismo instante. Tan solo dos personas serían testigos de su última imagen, su marido y un colega de la mina que se encontraba en la concurrida plaza del mercado. Nadie más la volvería a ver.

Una denuncia tardía entorpecería y haría más arduo el trabajo para encontrar a Hermosinda. No sería hasta seis días después cuando su marido decidió interponer denuncia por la desaparición. Fue ante la idea de que ella hubiera abandonado el hogar familiar, las relaciones entre ambos no estaban pasando por los mejores momentos y eso, parece ser, le hizo pensar a su cónyuge en que pudiera haber tomado aquella drástica y terminante decisión.

Ni una llamada telefónica, ningún movimiento bancario, su documentación en el domicilio, su ropa intacta en el armario…todo ello hacía presagiar una desaparición involuntaria y echar por tierra lo que su marido inicialmente presentía.

Aquella era una época de transición, poco a poco se iba notando el cambio, esas mujeres de sus casas ya salían más a menudo, les gustaba divertirse, querían empezar a disfrutar de la vida también fuera de su área de trabajo diario, en definitiva sus casas se estaban convirtiendo en lo mismo que para sus maridos.

A medida de la investigación, vamos conociendo a Hermosinda. Descubrimos que su nombre le hacía justicia, era una mujer coqueta, le gustaba presumir. Independiente, solía ir al baile a una residencia de ancianos, le encantaba bailar, de hecho era su afición más preciada, nadie le arrebataría ese momento de evasión, ese momento que toda persona necesita para hacer más llevadera su vida.

Mujer de carácter afable y familiar también denotaba una personalidad fuerte, no se dejaba intimidar ni su emblema era dejarse amedrentar por nada ni nadie. Siempre se mantenía entera ante las adversidades.

Su día a día comenzaba en los alrededores de su finca, mujer trabajadora donde las hubiera, cuidaba  de los animales y del huerto que tenía en propiedad su familia. Aquel terreno de regadío era su campo de provisión, como antes adelantábamos, era independiente y para ello, parte de la cosecha estaba destinada a la venta. De vez en cuando bajaba al mercado y allí despachaba sus productos, una pequeña ganancia que la ayudaba a ser un poco más autosuficiente cada día.

Todo lo que por aquel entonces se hizo fue rastrear la zona, desde su casa hasta las inmediaciones del Pozo Polio. Alguien había percibido unos olores fuertes en una escombrera cercana a la mina y hasta allí se desplazaron miembros de la Guardia Civil de Vegadotos. Por suerte, teniendo como esperanza que Hermosinda siguiera viva, solo se trataba de los restos de una cabra.

Y así se fueron sucediendo días, semanas, meses, hasta cumplir dos décadas de incertidumbre.

Tras conocer a fondo la historia y transportarnos a la auténtica época de la cuenca del Caudal, llegaba el momento de trasladar aquellas memorias que sus familiares habían compartido con nosotros, a una realidad más cercana.

A pesar de estar rozando el mes de noviembre, en plena víspera de Todos los Santos, el tiempo acompañaba. 
El sol contrastaba con el elevado porcentaje de humedad que se
respiraba en aquel valle. Eran las 10.30 de la mañana y los perros que cuidaban la casa nos recibían a la entrada. Acto seguido era el hijo pequeño de Hermosinda quien nos invitaba a acceder a la finca.

Comenzamos en el exterior del solar, observando cada centímetro, fotografiando cada ángulo, cualquier particularidad era importante, no se nos podía escapar absolutamente nada. Incluso tenía que quedar todo grabado en nuestra retina. Había pasado un tiempo considerable y algunos de los cambios que se habían hecho durante todo ese período había que tenerlos en cuenta.

Nos posicionamos en todos los rincones, no quedó ningún recoveco de la finca en el que no nos hubiéramos ubicado. Fotografías que mostraran todo lo que desde cada esquina se pudiera apreciar.

Una vez terminada la tarea en el exterior nos dirigimos a la vivienda. Ahí sí que estaban los verdaderos cambios que habían ofrecido tantos años en el tiempo, pero aun así, conseguimos traspasar modificaciones y observarla con todos los detalles que la familia nos había transmitido. Era una parte más del estudio de Hermosinda, aquellas paredes nos podían decir mucho más sobre ella.

Decidimos comenzar por lo más cercano a su historia personal y alejarnos en el espacio a lugares a los que se aludían en el expediente. Entre ellos el bar más frecuentado por Hermosinda, a unos kilómetros de su casa, y que pese a estar en el mismo valle, las caminatas se hacían largas hasta llegar a aquel pequeño y apartado lugar.

Pozo Polio
Una vez descendimos de aquel pequeño lugar, recorrimos palmo a palmo el Pozo Polio, una mina abandonada que en el año 1990, como tantas otras en Asturias, perdían su actividad a pasos agigantados. Aún quedaban restos del sufrido trabajo que habían soportado los mineros durante algo más de 30 años. El lugar podría ser un perfecto escondite y un medio de ocultación al alcance de cualquier paisano de la zona. Había que descartar cualquier lugar cercano y atractivo a la más inhumana ilegitimidad.

Escudo Guardia Civil

A escasos 5 minutos de la mina, llegamos a aquel sitio donde se habían instruido las primeras diligencias. Fue un escudo ya desgastado por el tiempo y escondido entre el matorral el que nos indicó que antes ahí, donde ahora sólo se encontraba una superficie cubierta de distintos tipos de arbustos, árboles y musgo, era el cuartel de la Guardia Civil que servía a su pueblo y alrededores.

No tuvimos que alejarnos mucho más, a poco menos de un kilómetro estaba Rioturbio. Una barriada perteneciente al concejo de Mieres y a la que Hermosinda visitaba de vez en cuando, y que por tanto, también estaba en nuestra lista de trabajo de campo. Entramos en lo que a primeras parecía un bar y salimos de allí conociendo que lo que ahora se trataba de un centro social destinado a la reunión de vecinos del barrio, antes era el economato, aquel al que ella solía ir a comprar de manera puntual.

Ya en Mieres ubicamos todos los sitios que frecuentaba cuando bajaba a la villa. Alguno de ellos se hizo de rogar, y es que finalmente descubrimos que todos los puntos a asentar estaban en la misma calle, una calle céntrica, la misma que había sido testigo aquella fría mañana de febrero.

Apurando los últimos minutos de luz, decidimos retroceder en nuestro itinerario fijado para aquella jornada, según había transcurrido el día, y según íbamos conociendo in situ todo lo que habíamos estudiado meses atrás, las ideas emergían en cada uno de nosotros. Tal fue así que volvimos casi al principio, a aquella curva, a aquel montón de escombros que lo fue hace unos años y que ahora tomaba forma de área recreativa. Allí fuimos y buscamos un camino o algo que nos mostrara alguna evidencia para poder continuar adelante con una de las hipótesis ya anteriormente planteadas. Y encontramos. Había una senda ya cortada por el desuso de los caminantes, la cual había ocupado el sitio de los raíles que todavía en los años 90 se utilizaban para transportar mercancía procedente del Pozo Polio.


Como casi cronometrado, el tiempo se había agotado. Las farolas ahí afuera ya llevaban encendidas varios minutos antes de que el trabajo concluyera. Puertas cerradas en el Renault Scenic y todas las cartas sobre la mesa. Aún quedaban cabos sueltos, pero aquel día emprendíamos el viaje hacia la historia de una desaparición 26 años atrás. La reconstrucción de aquel suceso acababa de comenzar."


6 de febrero de 2016
"El Mundo Sobrenatural", la Revista
Lorena Medina


 *Imágenes pertenecientes a la investigación del caso.