Hace apenas 3 meses, en uno
de los viajes que realizamos para formar a alumnos en prevención de Terrorismo
Yihadista, un gran amigo y compañero nos planteó una pregunta simple de
formular pero compleja de responder. Nos proponía la idea de que realmente
existiera el mal en las personas. Como profesionales de la Criminología, nos
vimos en la tesitura de ofrecerle miles de argumentos a su cuestión, y así fue.
Fue de tal forma que, desde entonces me sigo haciendo esa misma pregunta, que
incluso siendo expertos en el estudio de la mente criminal a veces cuesta
entender la conducta perversa como lo es el caso de la entrada de hoy.
Esta vez viajamos al Levante
interior 26 años atrás, a un municipio conocido sobre todo por la industria del
calzado, ocupación de gran parte del vecindario almanseño. Pese a ser conocida
por su buena producción de zapatos, Almansa, era bien afamada por una gran
creencia esotérica entre sus habitantes.
Comenzaba a agotarse el calor
del casi finalizado verano. Era un 16 de septiembre atareado para una mujer que
se dedicaba a la sanación de sus vecinos, de aquellos que creían fervientemente
en el poder de imposición de manos de Rosa Gonzálvez Fito, conocida en el
pueblo como “la sanadora espiritista” entre otros muchos sobrenombres que la
hacían notoria en el municipio. Entre su atareada agenda de enfermos dispuestos
a pagar grandes cantidades, aquel día Rosa Gonzálvez fue requerida por su amiga
Mª de los Ángeles Rodríguez. Ésta decía encontrarse mal y necesitaba que se lo
extrajera mediante una sesión de exorcismo. Mª de los Ángeles y su hermana
Mercedes tenían una relación muy estrecha con la sanadora. Ambas creían en ella
y en su poder de sanación, por lo que no dudarían en hacer lo que Rosa les
ordenara.
Sus conversaciones se
limitaban única y exclusivamente a compartir sus afecciones espirituales y a
llegar a una conclusión para tratar sus dolencias.
Aquel 16 de septiembre
comenzaba un trayecto repleto de delirios y éxtasis.
EL
ORIGEN DEL SORTILEGIO
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| "El Rastro del Crimen" |
La evocación a los espíritus
en la calle Valencia se iba sucediendo desde la tarde del 17 de septiembre,
momento en el que “la hermana de la luz” se aferraba a la idea de vida del
demonio en el cuerpo de su amiga Mª Ángeles.
Ya en un momento de trance
absoluto, Rosa se dirigía a su amiga y le decía que no era Rosa si no un
extraterrestre, y le invitaba a entrar a la habitación del matrimonio.
Comenzaba un trance de cánticos, gritos y bailes desnudos todos ellos sin
sentido alguno.
Ya llevaban horas de
excentricidades en aquella vivienda cuando Mercedes llamó a la casa. Se
encontró a su hermana y a la sanadora en unas circunstancias totalmente
insólitas, pero aquella insana situación no fue obstáculo alguno para negarse a
la invitación de ambas mujeres a que entrara al
domicilio y unirse a su locura.
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| "El Rastro del Crimen" |
Jesús, el marido de Rosa
llega a casa y, pese a ser el secretario de su mujer y estar al tanto de todas
las sesiones y de su forma de trabajar, cuando entra en la habitación y se
encuentra aquel dantesco escenario, no da crédito a lo que acababa de presenciar.
Una serie de actos nauseabundos, como provocarse vómitos y heridas, entraba
dentro de sus delirios violentos con base en la religión proyectada en estampas
religiosas. Cuando las mujeres se percatan de la presencia del hombre, no dudan
en abalanzarse sobre él y agredirle con el fin de pedirle que trajera a la
niña, a la pequeña Rosa que se encontraba durmiendo en su habitación ajena a
todo. Jesús no tiene el valor suficiente como para negarse a tal solicitud, y
les lleva a la niña.
Lo que incrédulo, pese a ser
testigo de tal macabro suceso, Jesús no pensaba, era que a su hija le quedaba
poco tiempo de vida. Comienzan a realizar reales groserías hacia la niña
creyendo que ésta poseía un hijo del diablo en su vientre, motivo por el cual
las mujeres comienzan un ritual aterrador e infernal para la menor. Es su
propia madre la que le extrae desde la vagina, gran parte de sus órganos internos
en un acto en el que su progenitora concebía como necesario para salvar a su
hija del maligno.
De poco le sirvió al cabeza
de familia ir en busca de ayuda. Cuando él y su cuñada, la misma hermana de la
espiritista, llegaron a la casa, se encontraron en el mismísimo infierno.
Infierno que a punto también estuvo de costarles la vida ya que, al verles
entrar por la puerta, se abalanzaron para agredirles.
UNA ASESINA PUNTUAL PERO NADA CONVENCIONAL
Como excepción que confirma
la regla, Rosa Gonzálvez Fito rompe con la estructura del método, motivación y
modus operandi descrito en las mujeres asesinas. Rosa entregaba su vida a lo
que únicamente sabía hacer, sanar a sus convecinos de los males que les
rodeaban. Aun en los años 90, la convicción espiritista se asentaba
fervientemente en algunos municipios de nuestro país. Dentro de la normalidad,
Rosa necesitaba crecer profesionalmente, el poder que se había ganado en la
localidad gracias a sus seguidores era más que notable y eso la hacía muy
conocida no solo en Almansa, si no en los pueblos y municipios colindantes, pero
el afán de superación en su carrera santera le llevaría incluso a destruir a su
propia familia si hiciera falta. Ese sería el precio a pagar para ser conocida
en toda España. Su motivación, la popularidad.
Su modus operandi fue también
directo, todo el acto criminal se realiza en su propia casa, y su víctima la
más vulnerable de atacar. Encontrándose incluso bajo los efectos de un
trastorno de posesión, su elección fue totalmente lógica frente a las
capacidades de las que disponían.
Este caso quebranta por
completo el principio de distanciamiento geográfico invertido en asesinas (Medina©2016), en el cual se diferencia
el modo de ataque y el método de los hombres para con las mujeres, existiendo
un distanciamiento mayor en el caso de las últimas y que en el caso de Rosa
Gonzálvez Fito difiere sobradamente por ser de lo más cercana en lo que a
método, lugar y relación con la víctima se refiere.
LAS
DOS REALIDADES DE LA SANADORA
Era tan arraigado su
esoterismo, que vivía sus sesiones de liberación del mal como algo totalmente
real. Interiorizaba la llamada a la sanación a cualquier precio y para ello las
sesiones se alargaban hasta conseguir llegar al climax que le proporcionaba la
inverosímil función.
Por tal interiorización, nos
encontramos frente a un trastorno disociativo de posesión. Un trastorno, el
disociativo, que se caracteriza por una “alteración
en los pensamientos, sentimientos o actos de una persona de forma que durante
un periodo de tiempo ciertas informaciones no se asocian o integran con otras,
como sucedería en condiciones normales”. Putnam, 1993; cit. West, 1967.
En el caso que nos ocupa, y
refiriéndonos al trastorno disociativo como el de posesión, la identidad de
Rosa se ve suplantada por varios seres sobrenaturales, siendo uno de ellos el
que le exige como necesario para extraer al diablo del cuerpo de su hija,
acabar con la vida de ésta. Durante la larga sesión de casi 2 días, de
movimientos, posturas y diversas manifestaciones expresivas y extravagantes,
según testimonios, Rosa confesaba ser al menos dos seres, un extraterrestre y
Jesucristo, culminando en la identidad de este último sus actos de exorcismo
necesario según su religioso convencimiento. Tras el culmen, las mujeres viven
un momento de amnesia, asegurando no recordar nada del trágico acontecimiento.
Podría tratarse de una
estrategia, pero lo realmente cierto es que, dentro de la psicopatología, la
inducción a estados de trance o posesión, bien se podría haber producido a
través de la privación del sueño durante los dos largos días de enajenación
vividos por las mujeres, sumado a su obstinado y erróneo asentimiento religioso.
Un ritual inicialmente inocente convertido en una explosión de dispares
propósitos.
Existe una serie de criterios
diagnósticos que ratifican el trastorno de posesión en Rosa, cinco pautas que
se presentan en su totalidad y que se argumentan a continuación:
1-
Rosa realiza comportamientos relacionados con
el mundo fanático-religioso, evocando espíritus, realizando posturas y
movimientos como de encontrarse bajo posesión del ente o ser que representa en
el momento del trance.
2-
Tras la funesta sesión, Rosa asevera no recordar absolutamente nada de lo ocurrido.
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| Entrevista real a Rosa G.F. |
3-
Pese a dedicarse al mundo de la sanación, la
espeluznante velada del 18 de septiembre de 1990 distaba mucho de las prácticas
habituales de la sanadora.
4-
Posterior a los hechos, Rosa, Mª Ángeles y Mercedes
fueron declaradas inimputables por enajenación mental, por lo que fueron
internadas en un centro psiquiátrico. Por tanto, su deterioro social y laboral,
así como otras áreas de su vida se han visto menoscabadas significativamente.
5-
En ninguna de las mujeres era conocida
enfermedad previa, ni se evidenció presencia de sustancia tóxica alguna que
hubiera podido influir en el horrendo comportamiento descrito en ellas.
*No olviden que todas las
afirmaciones se sustentan bajo la información mediática, excepto en aquellos
casos en los que estuviera directamente vinculada en el mismo y del cual la
información sería más detallada y de primera mano.






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