domingo, 24 de enero de 2016

PEQUEÑA NOTA A VÍCTIMAS DE BULLYING

Hace años escribía una breve nota en una red social acerca del acoso escolar, una pequeña memoria a las víctimas de esta lacra social que se asienta en nuestros pequeños. En la nota hago mención únicamente a las víctimas activas de dicha persecución, pero no quiero olvidar y de hecho quiero resaltar, que en este fenómeno, los acosadores son también víctimas de sus propios actos. Niños y niñas que acosan posiblemente empujados por diversas variables biológicas y psicosociales que, tarde o temprano también repercutirán en su futuro. Por tanto, no ignoremos que la prevención en este ámbito es esencial y prioritaria. No olvidemos que son niños, que tanto a víctimas como victimarios les queda toda una vida por delante.





    "Con tan solo 14 años, cada chico/a  tiene su manera de ser pero siempre intentando
encajar en un grupo social al que, sin ningún motivo, no te dejan entrar. Da igual
la razón o el aspecto, sólo se necesita  alguien del otro “bando” que dé la iniciativa,
alguien con mucha menos autoestima que su víctima, pero eso sí, con muchas
más  caras sonrientes y malévolas que le
acompañan y que están deseando reírle una “gracia” a ese pequeño Satanás.

Todo es como una bola de nieve, cuando empieza uno, sus
discípulos, que sin la ayuda del líder se sienten “orgullosos” de seguir sus
pasos, comienzan el día a día martirizando.

Da igual lo que haga o lo que diga, siempre está en el punto
de mira, es más, esos carroñeros están deseando verle aparecer por la puerta
para empezar su ensañamiento diario, necesitan su dosis de maldad.

Antes, se encerraban en sus casas al terminar su dura e
interminable jornada escolar y ahí se sentían ellos mismos y disfrutaban de una
tranquilidad que sólo en su habitación podían sentir: el día siguiente sería otro
igual de espantoso.

Es como un juego en el que para estar a salvo debes llegar a
casa. Esa casa, es su refugio, ahí se siente seguro  ante la ignorancia de unos padres que creen
saberlo todo, aunque probablemente ellos no tengan la culpa. Vive en el
silencio, pocas veces suele  pedir ayuda,
le han enseñado bien eso de no ser un chivato. Incluso puede llegar a pensar
que es él el culpable  tras un proceso de
acoso tan prolongado, “eso de no encajar
en el grupo puede que sea culpa mía” se dice. Probablemente de alguna
manera sea  una amenaza para el resto del
grupo, algo habrán visto en ese chaval que envidian de él; simplemente que sea
sencillo, responsable, sincero, amigo de sus amigos…  un chivo expiatorio, mezclado con un blanco
fácil de diversión añadida.

Pero ahora, ahora la vida online se alía a sus verdugos, las
pequeñas víctimas ya no se sienten seguras ni en su propia casa. Cualquier tipo
de comentario, imagen o vídeo que pueda dañar su integridad moral es válida en
éste acoso que se va modernizando con las nuevas tecnologías."


                                                                                                          26 de septiembre de 2011                                               




viernes, 22 de enero de 2016

ISABEL CARRASCO: OBJETIVO COMPARTIDO

A pesar de los rayos de sol que se reflejaban en el río Bernesga, el ambiente de aquella tarde era representativamente gélido, el de una ciudad en la que el invierno se alarga hasta casi la estación de verano.

Levantamiento del cadáver de Isabel Carrasco
Paseaba por uno de los característicos puentes de la avenida por la que pasa el río hasta abandonar la población. Leía los mensajes recibidos en su móvil, ese día estaba lleno de acontecimientos políticos, destacados para ella por su condición de presidenta de la Diputación de León. Apenas había recorrido 50 metros de la pasarela cuando una gran punzada en el corazón la paralizó y la dejó inmóvil en el suelo, exhalando sus últimas bocanadas de aire. Fue en ese momento cuando de seguro, pudo ver la imagen distorsionada de alguien que la volvía a apuntar con el arma, esta vez en la cabeza. Su asesino necesitaba mirarle a la cara y apuntar de nuevo para culminar su misión, dos disparos serían suficientes para firmar una escena movida por el odio y la venganza.

Pocos fueron los testigos presenciales de aquel acto. Tan solo un matrimonio que, en cuestión de segundos, se habían cruzado con víctima y agresor. Apresados por el pánico que aquel instante les había mostrado, pudieron observar al asesino abandonar la pasarela con total normalidad.

Como de una casualidad de ciencia ficción, el hombre integrante del matrimonio reaccionó por vocación. Aquel policía jubilado decidió seguir al autor de los disparos que acababan de dar muerte a Isabel Carrasco. Tras una breve persecución que terminaba con el autor del crimen en el interior de un vehículo, observó que debajo de la exagerada indumentaria que portaba entre abrigo, bufanda y gafas de sol que le cubrían el rostro, se encontraba una mujer.

Algo falló en aquel escenario. En cuestión de minutos dos mujeres eran detenidas por la policía. Madre e hija. Montserrat González y Triana Martínez.



MODUS OPERANDI
Montserrat protege su identidad al máximo en el momento de ejecutar el crimen. Utiliza una vestimenta de invierno que le tapa sobre todo el rostro y que no pueda ser identificada antes, durante y después.

Se equipó de un arma de fuego en el interior de su bolso y buscó el lugar y el momento perfecto. Pese a llevar a cabo el hecho en la pasarela, a esas horas y en ese lugar, no había la misma concentración que en otra zona de la ciudad leonesa. Tenía el éxito de su cometido asegurado. Un primer disparo a bocajarro y por la espalda bastarían para dar muerte a Carrasco.

Una huida fácil pensó ella. Lo era en su premeditación. Por la localización se iría despacio, sin levantar sospecha, como otra persona más que paseaba en aquel momento por la ribera del río. Una llamada a su hija para que la recogiera en una calle aledaña al río y desaparecería de la escena del crimen.

Lo que comenzó siendo un modus operandi de bajo riesgo por su gran planificación y confianza, acabó tornando de alto riesgo ya que, pese a ser un lugar y un horario donde escaseaba la gente, no contaba con que probablemente de las pocas personas que deambulaban por allí, pudieran perseguirla para darle caza tras presenciar lo que acababa de hacer.



MONTSERRAT Y TRIANA
Tras la detención ambas presentaron un cuadro de ansiedad al ser separadas y preocuparse la una por la otra. Podría decirse que siempre habían estado juntas, que tenían una relación demasiado estrecha existiendo una recíproca dependencia emocional.

Montserrat no niega su autoría. Lo confirma firmemente. Lo ratifica en declaración ante el Fiscal: “decidí matarla”. Se refiere al momento en que, en 2010, Triana le cuenta el continuo abuso que estaba sufriendo por parte de la política.

La madre se reafirma también en que el asesinato no fue planificado, simplemente ese día llevaba el arma consigo y pudo cometer el crimen que en tantas otras ocasiones hubiese deseado pero que no tenía el modo ni la ocasión. Pero su modus operandi y la posición de Triana echa por tierra su consolidación. Era un crimen preconcebido durante años y planificado al detalle.

La rumiación experimentada por ambas en el tiempo, acabó como coctel explosivo. Habían sumido sus sentimientos en odio y rabia hacia la presidenta, en un delirio que las centraba única y exclusivamente en la exitosa vida de Carrasco. Montserrat debía proteger a su hija de cualquier vasallaje y acoso y derribo hacia ella. Triana le contaba sus pesares que le venían como enormes punzadas, un dolor que solo una madre puede sentir.

Con abuso y acoso o no, madre e hija empezaron a compartir una dimensión psicótica que finalmente acabó en asesinato.

Como en el caso de Puerto Hurraco, nos encontramos ante dos mujeres con una relación muy estrecha. Aunque no convivían en el mismo domicilio, era normal que compartieran actividades y confidencias en el día a día. Posiblemente la idea principal fuera de Triana, que percibía en Isabel todo un brebaje en su contra, creencia que se fue asentando en su madre hasta no poder con la imagen de que Triana fuera víctima de aquella mujer tan poderosa.

Recordamos el trastorno compartido como un trastorno que se establece en al menos dos personas que conviven o que tienen una estrecha relación, siendo generalmente mujeres. En el caso que nos ocupa, ambas sufren una gran dependencia emocional que se ha ido fraguando en su relación materno-filial de manera patológica. Durante estos días hemos podido observarlas durante el juicio que se viene celebrando a lo largo de la semana, y por primera vez hemos podido ver y escuchar sus testimonios.

Triana y Montserrat durante el juicio
Con los pocos documentos gráficos que tenemos de ellas, limitándonos en exclusiva a las imágenes del juicio, podemos observar un aplanamiento afectivo en las dos, una falta de expresión facial y una mirada perdida, siendo más marcada en la persona de Montserrat con un patente gesto altivo. No podemos olvidar la gran falta de empatía por la parte materna al manifestar ésta que no se arrepiente de haberlo hecho ya que era ella o su hija.



      Raquel Gago durante el juicio      
 RAQUEL GAGO: LA TERCERA PIEZA
¿Qué papel ocupa la ex policía local en toda esta trama? De ser cierta su versión, en la que manifiesta que, casualmente tras haber tomado café en casa de su amiga Triana se volvieron a cruzar en la calle de manera fortuita, podríamos estar ante una víctima más de la triquiñuela de esta madre e hija. Pero todo esto se desmontaría en el momento en que en comisaría Triana le dice a su madre que no diga nada del arma porque lo tiene otra persona que es policía. ¿Actuaba Triana protegiendo realmente a su amiga, o tan solo fue otra argucia planeada para desviar la atención en una tercera persona?



Independientemente del rol de Gago, las raíces se sitúan en Montserrat y Triana. Unas raíces contaminadas por desprecio, rabia y aversión instalada que finalmente fueron extraídas, todo ello impulsado por la venganza.




miércoles, 13 de enero de 2016

EL LÍMITE DE LA PARRICIDA DE SANTOMERA



El matrimonio durante el entierro de sus hijos


Hace ahora 14 años, en enero de 2002, Francisca González Navarro enterraba a dos de sus tres hijos. El municipio de Santomera, en Murcia, había salido a la calle aclamando justicia, era lo único que podían hacer por aquella joven madre a la que despiadadamente habían arrebatado a sus hijos más pequeños. Posiblemente a muchos de nosotros se nos venga al recuerdo la imagen de aquella mujer con 20 años de más echados encima: luto total, gafas de sol, aparentemente abatida, cabeza a la altura de los hombros y la pena instalada en su rostro. Entre su vestimenta íntegramente oscura destacaba la venda que llevaba en una de sus manos.

Era la mañana del 19 de enero cuando alguien asaltó en la casa rompiendo un cristal de una de las ventanas de la vivienda. Francisca describe a un hombre latino como el autor de los crímenes. Ese individuo la atacó de tal manera que cuando despertó de su estado de inconsciencia pudo observar sus arañazos en la cara y acto seguido se encontró a los dos niños sin vida, llegando incluso a intentar reanimar a uno de ellos. Fue entonces cuando dio la voz de alarma a su hijo mayor que se encontraba durmiendo en su habitación, ajeno a lo que había ocurrido. Al cristal roto había que sumarle el revuelo que se había generado en toda la casa y la falta de varias joyas.

De ser cierta la versión de Francisca, la investigación hubiese girado en torno a la búsqueda de un varón como el que había descrito, pero las autopsias de los menores la delataron. Bajo las uñas de uno de sus hijos se encontraba piel de su propia madre, una madre que acababa de ser evidenciada por su ADN y, en consecuencia, como última pieza del puzle, los arañazos en su cara y manos.


ESCENA DEL CRIMEN

Cuatro son las características principales del escenario de este doble asesinato:
  • -          Cristal roto desde fuera de la ventana
  • -          Habitaciones revueltas
  • -          Falta de joyas
  • -          Dos cuerpos sin vida

Tras leer estas características nos podríamos imaginar una escena del crimen desorganizada ante el caos de su interior y por la manera de acceder al interior de la vivienda, pero todo ello era fruto de la planificación de Francisca. Todo para recrear una escena a su antojo y reproducir lo que sería un allanamiento de morada, robo con intimidación y resultado de muerte.


MODUS OPERANDI

Francisca se apoya en la intimidad de su casa para proteger su identidad, y en la facilidad de inventarse una historia para eludir su doble responsabilidad. Pero no utiliza ningún medio preventivo que le hubiera evitado el que sus hijos, al intentar defenderse de su propia madre, la hubieran arañado dejando evidencias físicas bajo sus uñas, así como las que notoriamente se podían observar en su rostro.

Su objetivo era acabar con la vida de sus niños pequeños. Era sencillo, de madrugada los menores estaban dormidos. Por su pequeña envergadura y su estado de sueño, se armaría de un cable de cargador para móviles para asfixiar a los niños. Su posición era de superioridad, por tanto, su éxito estaba asegurado.

En su modo de actuar no hacía falta favorecer la huida, su escapada era la mentira. De ahí intentaría zafarse.

La actuación de Francisca se acompañó de varios factores desestabilizadores que ayudaron a que su manera de operar fracasara, siendo finalmente descubierta en su treta por los investigadores. El factor principal fue su estado de ánimo. Estaba en plena excitación, lo que iba a hacer estaba movido por la ira y un despecho profundo que sentía hacia su marido al que imaginaba siéndole infiel con otras mujeres. Como segundo factor estaría el consumo de sustancias. Aseguró haber bebido whisky y consumido cocaína para tener el suficiente valor como para cometer los asesinatos. Y, por último, su claro deterioro psicológico. Unos celos patológicos que le llevaban al delirio.


FRANCISCA GONZÁLEZ NAVARRO

Francisca González Navarro
A raíz del conocimiento de su autoría en la muerte de los pequeños, a Paquita, como la solían llamar cariñosamente en la localidad, le empezaron a llover motes como el de “la bruja de Santomera”, todo ello movido por la incomprensión de que una madre pueda llegar a acabar con la vida de sus propios hijos con tanta frialdad. A la sociedad se le hace ininteligible unos hechos tan desoladores, incluso existiendo una explicación psicológica.


El marido de Francisca era camionero de profesión y se ausentaba durante días, quedando ella al cuidado de sus tres hijos y de la casa familiar. Pero no era eso lo que le angustiaba. En su imaginación se reproducían imágenes de su marido siéndole infiel, sentía un miedo irracional de perder a su compañero, experimentaba un sentimiento de abandono que muchas veces suplía gastando mucho dinero en ropa y calzado. En alguna ocasión, según refirió su esposo, había sido amenazado por Paquita con frases tan típicas como: “te voy a dar donde más te duele”.

Una vez ya en prisión, (el veredicto del jurado popular fue 20 años de prisión por cada hijo en los que se le acusaba de doble asesinato con el agravante de parentesco), fueron muchos los medios de comunicación que querían una entrevista con la parricida. A algunos medios no les hizo falta alguna de solicitar audiencia ya que la misma Francisca se vio con la necesidad de acudir a un par de ellos. Necesitaba callar la boca a la sociedad, “me duele que me llamen loca” expresó a los periodistas.

Medea
Posiblemente a muchos de vosotros, y leyendo esta terrible historia, os venga a la mente el conocido “Síndrome de Medea”. Un síndrome que se puede presentar tanto en hombres y mujeres y que se refiere a una venganza contra la pareja. Para Francisca sus hijos acabaron por no tener ningún valor
vital, por lo que necesitó deshacerse de ellos para así escarmentar a su marido. Un marido que, ante la gran pérdida de sus hijos, estaría con ella apoyándola y por fin lo tendría para ella sola, o al menos esa era la idea que rumiaba en su cabeza.

Junto a este síndrome de Medea que tan anillo al dedo le viene a esta mujer, y centrándonos más en la psicopatología, podríamos estar ante un trastorno límite de la personalidad.

Francisca posee un nivel de inteligencia y capacidad de razonamiento totalmente normales, es decir, en todo momento sabía lo que estaba haciendo. Como antes mencionaba, para ella sus hijos habían perdido valor alguno y se habían posicionado como blanco para proveer de dolor a su marido.

Las características de trastorno límite que Francisca posee son:

  • -          Ansiedad por su irracional idea de infidelidad de su marido.
  • -          Ira debido a esa ansiedad que le llevaba a querer dar su merecido a su esposo. No lo puede controlar.
  • -          Miedo irracional a ser abandonada, sería un fracaso irreparable en su vida.
  • -          Impulsividad: probablemente dio muerte a sus hijos en un acto de exaltación y toda la parafernalia de dibujar una escena del crimen dirigida a un robo fue posterior a los crímenes. Algo que sería evidente puesto que la misma autora declaró que el hombre había irrumpido en la vivienda a las 7 de la mañana y por contra, las autopsias databan la muerte de los pequeños hacia las 2.30 de la madrugada.
  • -          Abuso de drogas: era consumidora habitual de alcohol y cocaína, lo cual impulsaba a un gran deterioro cognitivo.
  • -          Pensamientos extremadamente polarizados: su matrimonio era una relación de amor-odio. Su marido le aborrecía, pero sin embargo no podía soportar imaginarlo con otras mujeres y se derrumbaba ante la idea de que la abandonara por otra.






10 años después del crimen habla el hijo mayor






domingo, 3 de enero de 2016

ANDERS BREIVIK: EL TEMPLARIO DE OSLO

La tranquilidad de Noruega se vio truncada una calurosa tarde de julio de 2011. Era viernes y como preámbulo al fin de semana en pleno verano, la capital de Oslo se preparaba con su calma habitual para disfrutar del maravilloso tiempo del que se estaba gozando en la ciudad. Algunos ya en las terrazas y otros ultimando y cerrando detalles en sus puestos de trabajo con la mirada puesta en su momento de ocio y expansión.

Oficina del Primer Ministro Noruego
Bastaron unos segundos para romper el sosiego y convertir en añicos más de un kilómetro de diámetro en la ciudad. Imperaba el caos, el pánico y la confusión. La gran sábana de humo que se iba apoderando del centro de la ciudad, los gritos y la gente corriendo desorientada y confusa, recreaban aquellas imágenes que 10 años atrás habían visto tras las pantallas de sus televisores, era su 11S.

La magnitud era, si había que decir por suerte, inferior. Aquella bomba elaborada a base de fertilizante y combustible, había dejado la cifra de 8 muertos y miles de heridos. Después de la Segunda Guerra Mundial, era el primer ataque terrorista al que se enfrentaba uno de los estados que conforman Escandinavia.

A tan solo 40 kilómetros, en la isla de Utoya, 600 jóvenes del partido Laborista, un partido socialdemócrata noruego de centroizquierda, se habían concentrado en la isla con el objetivo de aprender más sobre política y disfrutar de todo lo que les brindaba aquel paraíso. Acababan de conocer la terrible noticia del atentado por familiares que contactaban con ellos a través de los teléfonos móviles, familiares que, ajenos a lo que estaba a punto de ocurrir en la isla, se sentían aliviados porque sus hijos estaban en un lugar tranquilo y apartado del asalto que acababa de sufrir la capital.

No dio tiempo a asimilar la cruel noticia. En cuestión de minutos y durante dos horas, comenzaba la supervivencia.
Breivik en el círculo rojo rodeado de cadáveres

Un hombre vestido de policía abría fuego nada más desembarcar en el muelle. Con total tranquilidad y de una forma muy metódica, iba abriendo fuego a todo aquel que tenía delante. Lo hacía a quemarropa, siempre a una distancia muy corta, necesitaba sentir la cercanía de sus víctimas. Durante más de 90 minutos se mantuvo incesante en su cometido, terminó con la vida de 69 jóvenes y marcaría la de otros 531.

¿Quién era aquel hombre camuflado de policía que había violado la serenidad de aquella isla idílica? ¿Había sido casualidad aquella masacre en medio del impensado atentado a Oslo?

Breivik durante el juicio en 2012
Detrás de aquel policía se ocultaba Anders Behring Breivik. Un hombre que se auto describía como un antiguo trabajador de la banca, empresario millonario años atrás, inteligente y motivado. ¿Pero motivado en qué sentido? Esta era la descripción detallada sobre sí mismo en un manifiesto de unas 1500 páginas redactadas por él, “Declaración de independencia de Europa”.

El manifiesto deja al descubierto quién es y qué se esconde tras la persona de Breivik.
Para nada nos encontramos ante una persona con un nivel de inteligencia bajo, todo lo contrario. Hay que tener en cuenta las 1500 páginas que redacta, en las cuales se mantiene firme ante la reivindicación de la recuperación de Europa para la cristiandad. Lo divide en tres partes (autobiográfica, discurso político y manual terrorista), en las que explica las cuatro etapas en las que se divide su misión, la de limpiar Noruega y Europa entera de todos los musulmanes y castigar a los políticos que propugnan el multiculturalismo.  Dentro de esas cuatro etapas, hay que destacar la manera en que vive en la granja donde vivió mientras preparaba todo el arsenal necesario para sus atentados. Ni tan siquiera levantó sospecha alguna, sus escasos vecinos lo calificaban de una persona normal, el típico noruego. Ni qué decir tiene lo determinante que fue el atentado de Oslo, un “ataque anzuelo” para despistar a toda la comunidad noruega y mantener todo el despliegue de servicios de urgencias en un solo punto para tener tiempo más que de sobra para su objetivo real. El contacto directo con sus víctimas, el lugar donde realmente disfrutó, donde llevaría a cabo su escarmiento a la sociedad.

Su modus operandi ya estaba escrito antes de que lo llevara a cabo. En su manifiesto relata cómo serían los atentados y lo llevó prácticamente a rajatabla. Está todo escrito, el antes, el durante y el después. Como antes mencionaba, divide su misión en cuatro etapas dentro de las cuales va describiendo sus intenciones en forma de instrucciones. En un primer lugar, crea credenciales falsas para recaudar y gastar 140.000€ en su operación terrorista. Compra todo el equipo y materiales necesarios durante un largo periodo de tiempo para evitar levantar sospechas y en una semana prepara las bombas y la munición. Emplea una semana para minimizar el riesgo de ser capturado con las manos en la masa.

En la última etapa, la de la ejecución de sus ideas terroristas, se auto desea suerte a él mismo: “Buena suerte y desata un infierno”. Entre líneas de las cuatro etapas hay cinco puntos a destacar por haber formado parte de su modus operandi:

  • -          Llevar a cabo el tiroteo en Utoya no solamente era perfecto por la congregación de jóvenes ideales que allí estaban reunidos si no que, era geográficamente perfecto tras el atentado de Oslo porque la policía no tenía la capacidad suficiente como para llegar a tiempo a la isla.
  • -          El disfrazarse de policía también lo llevó a la realidad de la masacre: “creará confusión y dudas al enfrentarse a agentes hostiles y nos granjeará al menos 1 o 2 segundas extra que necesitamos para neutralizar cualquier amenaza potencial”.
  • -          Recomienda el uso de esteroides para volver a la época de los templarios y dar vida a la forma en que se vivían las cruzadas: “Toma prestado un cadáver para resucitar el alma”.
  • -          Citaba algunos objetivos prioritarios para llevar a cabo un ataque en solitario, siendo uno de ellos la escena del crimen en la isla que coincidía con una conferencia: “Reuniones anuales de los partidos políticos Multiculturalist Alliance 100”.

De ideología visiblemente de extrema derecha, es un fanático del cristianismo que quería terminar con la expansión del islam en gran parte del mundo, amenaza que percibía como xenófobo e islamófobo que es. Parecía querer reproducir lo que en su día se conocía como “cruzadas”, campañas militares para restablecer el control cristiano que, durante siglos su principal objetivo estaba en contra de los musulmanes entre otros, como los judíos.

El ejército cristiano en las cruzadas

Se puede presumir un comportamiento desviado en su conducta. Siendo fiel a su ideología, antes de perpetrar la masacre, sube a internet un vídeo anti islamista y una serie de fotos suyas vestido de caballero templario, otra portando la parafernalia de los masones, otra con un traje pensado para una guerra biológica y por último una en la que aparece vestido como un caballero noruego. Todas ellas sin obviar el atuendo de policía del que se sirve para acabar con la vida de los presentes en la isla.

Son muchos los expertos en la conducta, psicólogos forenses, etc los que denotan un trastorno narcisista o paranoide de la personalidad o al menos rasgos característicos de dichos trastornos.

El ítem narcisista lo encontramos en el grupo de trastornos que se distinguen por ser dramáticos y emocionales y en el mismo Breivik en su fantasía y obsesión proyectada hacia la extrema derecha, haciendo especial mención a la indumentaria y su forma ególatra de sacarse fotos. En el mismo manifiesto explica que, aun pudiendo parecer un poco gay, está bien maquillarse un poco antes de sacarse una foto.

El rasgo paranoide entra dentro de las personalidades excéntricas y raras que se caracterizan por una dificultad en sus relaciones interpersonales. En cormobilidad con el paranoide, estaría el esquizotípico que en conjunto describen la personalidad patológica de Breivik.

Esta alteración tiene su inicio al principio de la edad adulta pudiendo presentarse en la infancia. En el caso de Anders, su infancia fue aparentemente normal y poco traumática pero la separación de sus progenitores le influyó hasta el punto en que los nombra en el manuscrito achacándole a su madre el que fuera una “feminista moderada” que en cierto modo le había afeminado un poco, y a su padre, reprochándole haberse olvidado de sus cuatro hijos.

El patrón esquizotípico presenta distorsiones cognoscitivas o perceptivas y excentricidades, y Breivik deja en su manifiesto su gesto de grandiosidad y creencias fanáticas hacia un partido político extremo, así como su idea de referencia y obsesión por limpiar su religión que cree atacada por la invasión de otras, lo que le lleva a una excesiva ansiedad social.


Firme ante su misión y su doctrina templaria, ha empezado a formarse en ciencias políticas desde la prisión donde actualmente se encuentra cumpliendo una condena de 21 años, intervalo que será prorrogable en caso de seguir suponiendo una amenaza para la sociedad. 
Ajeno al dolor de las familias de las 77 víctimas que se cobró para saldar su encomienda, Breivik es un joven que solamente empatiza y se emociona con su exagerada concepción política y religiosa, con unas ideas ancladas que perforan más allá de la realidad y que recrean una época que nada tiene que ver con la nuestra.



Enlace a juicio Anders Breivik. Fuente: Youtube. 2012.